La piel es el órgano más grande del cuerpo humano y actúa como una barrera protectora contra el ambiente externo. Sin embargo, factores como la exposición al sol, la contaminación y el uso excesivo de productos químicos pueden debilitar la piel y provocar problemas de salud cutánea.
Uno de los problemas más comunes de la piel es la sequedad, que puede manifestarse de dos formas distintas: piel seca y piel deshidratada.
Piel seca
La piel seca es un tipo de piel que carece de suficiente aceite o lípidos para mantener la piel hidratada y saludable. La piel seca es más propensa a sufrir descamación, picazón, enrojecimiento y, en algunos casos, grietas o fisuras en la piel. Este tipo de piel es común en personas mayores y en personas con ciertos trastornos de la piel, como la dermatitis atópica.
Cómo cuidar la piel seca
La piel seca requiere de un cuidado regular y consistente, como el uso de cremas hidratantes ricas en lípidos para ayudar a mantener la humedad en la piel.
Piel deshidratada
La piel deshidratada, por otro lado, es una condición temporal en la que la piel pierde agua y se vuelve opaca y sin brillo. La piel deshidratada puede ocurrir en cualquier tipo de piel, incluso en la piel grasa. La piel deshidratada puede sentirse tensa, tirante y puede mostrar líneas finas o arrugas. Los factores que pueden contribuir a la deshidratación de la piel incluyen la exposición excesiva al sol, la falta de humedad en el aire, el consumo de alcohol y cafeína, así como el uso de ciertos productos para la piel que pueden resecarla.
Cómo cuidar la piel deshidratada
La piel deshidratada requiere de una hidratación intensa y regular para reponer el agua perdida en la piel. Es importante beber suficiente agua y usar productos para la piel con ingredientes hidratantes, como el ácido hialurónico, para ayudar a mantener la piel hidratada.
Fotografía de portada: Ximena Mora.