Un pasón de tranquilidad y reflexión a través de mucha música culta, rock, literatura, historia y un fuertísimo halo de decepción social
Por Francisco González Quijano
Hace algunos años me recomendaron Solo los amantes sobreviven, película de Jim Jarmusch… “Te va a gustar, tiene mucho rock. Está en Netflix”. La vi entonces. El mes pasado la recomendé a una amiga y no la encontró. La busqué y ahora está en Amazon Prime, no sé por cuánto tiempo. Llevo ya algunos años desilusionado de estas plataformas que modifican sus contenidos para que veamos lo que ellas quieren, nos quieren volver zombies.
Otros desilusionados del mundo son los protagonistas de la película de Jarmusch, unos vampiros que, como tales, poseen el don de la inmortalidad y tienen que arreglárselas para vivir en estos decadentes tiempos. El mundo actual es muy pobre y triste para este matrimonio de personajes que viven lejos el uno del otro, y que llevan por nombres Adán y Eva (icónico, sí).
Adán es músico, y como todo un clavado, ecléctico y bohemio, pasa las noches encerrado en su casa de Detroit con guitarras eléctricas; en el día duerme. Eva es más clara en sus pensamientos, también más lista, culta y lectora, vive en Tanger, pero un día decide ir a ver a su esposo, a quien nota triste tras unas videollamadas.
Esto desencadena la sutil trama de Solo los amantes sobreviven, una joya de las películas de vampiros, porque no tiene ningún elemento clásico de las películas de vampiros. No hay crucifijos, ni miedo, ni biblias. Lo que encuentras aquí es mucha música culta, rock, literatura, historia y un fuertísimo halo de decepción social, de los humanos normales, a quienes los vampiros llaman zombies. Lo que intenta Jarmusch es darnos un pasón de tranquilidad y reflexión a través de los personajes, interpretados por Tilda Swinton y Tom Hiddleston, quienes no envejecen ni mueren y así se siguen amando.
Tres personajes más complementan la historia. Una cuñada desequilibrada y joven que todavía chupa la sangre de los mortales a la vieja usanza; un humano, rockero y simpático que se llama Ian (como Ian Curtis, spoiler); y Christopher Marlowe, vampiro, escritor del siglo XVI, del que se dice que Shakespeare robaba sus escritos.