“Como mujer no hay manera de que tengas libertad (o creas que la posees) cuando no tienes libertad económica”
Para nuestra edición de aniversario tuvimos una inspiradora conversación con Sofía Aspe, de quien admiramos su trabajo y lo que piensa sobre la libertad, empoderamiento e independencia.
¿Nos podrías platicar un poco sobre cuál fue el catalizador que te llevó a iniciar esta profesión?
Originalmente siempre quise estudiar algo muy parecido a lo que me dedico, el interiorismo. Cuando salí de la prepa pensé en estudiar diseño textil; pero era algo que apenas comenzaba en México. Por azares del destino acabé Administración de Empresas en el ITAM; después me fui a vivir a Chicago y estudié la carrera de cocina.
Siempre me quedé con esa nostalgia de no estudiar algo que me encantaba hacer, y con el tiempo empecé a hacer decoración de alguna obra o acabados; aunque de manera totalmente amateur para amigos, familia y para mí misma. No fue hasta que una amiga me pidió que le hiciera el privado de arriba de un restaurante en Polanco, con la condición de que le cobrara, que empecé en esto.
Fue un poco eso, ese primer empujón que a veces uno necesita de una persona, de una frase o de una circunstancia. A eso se le suma el hecho de que no trabajaba y dependía de manera económica del padre de mis hijos, con quien tengo una increíble relación; pero creo que como mujer no hay manera de que tengas libertad (o creas que la posees) cuando no tienes libertad económica.
Hacia cosas de filantropía increíbles, que no las veo como un tema menor; sin embargo, no era una cosa a la que me dedicaba tiempo completo. Fue ahí cuando dije “tengo que hacer algo”, “tengo que hacer algo de mi vida” y estoy convencida de que no hay nada mejor que hacer lo que te gusta, porque nadie que sobresale o es exitoso en algo lo consigue realizando cosas que no le gusten.
Yo sabía lo que me gustaba, sin embargo, no sabía cómo hacerlo. Por suerte coincidió con lo que cuento de la historia de mi amiga y ese se volvió mi primer proyecto. Así empezamos, hace diez años ya.
¿Y qué retos enfrentaste al comenzar este proyecto de vida?
Ganarte el respeto de la gente de tu gremio. Cuando no fuiste a la escuela no es tan fácil, y al principio me di cuenta de que a veces mi voz interna era mucho más dura y mucho más juiciosa conmigo que lo que me percibían afuera.
Es ese famoso síndrome del impostor del que se ha hablado tanto, donde dices ¿cómo voy a cobrar si yo no fui a la escuela y no estudie esto? No importa si tomé un curso de color en la Ibero y un diplomado muy divertido de temas vintage (que a mí me encanta todo lo retro, cincuentas, sesentas, setentas). Quiero decir, estudié cositas; pero ni soy arquitecta ni estudié la carrera de interiorismo, que al final es una profesión de las que no es indispensable ir a la escuela ya que es una disciplina absolutamente sensorial.
Todo el tema artístico, de sensibilidad espacial, eso no te lo enseña la escuela y sí que lo hace la vida y el trabajo. Hay otras profesiones que, por supuesto, tienes que estudiar. No pretendo que se puede ser pediatra ni neurólogo sin haber estudiado; sin embargo, la cuestión artística, la parte creativa, es mucho lo que traes dentro y con lo que naciste. Es la forma en que creciste y lo que has visto y educado tu ojo y saberlo proyectar; entonces yo diría que el primer reto fue ese: mi propia voz interna.
Pienso también que siempre puede haber más: más proyectos grandes, clientes más importantes por obtener, países a los que todavía no he viajado; y la cuestión es compararte contigo mismo.
La miseria humana empieza cuando te comparas con alguien más”
Siempre he tenido ese rigor de nunca creerme que alcancé la meta, porque esa famosa frase de “la soberbia precede la caída” a mí nunca se me olvida. En ese sentido estoy muy contenta y agradecida con mi despacho. Somos puras mujeres (trece), y hacemos sobre todo cosas en México, Estados Unidos y de forma más reciente en España.
También terminaste el hotel que está en Polanco, The Alest.
Sí, fue un proyecto increíble. Es de esos clientes que ojalá lo pudiéramos clonar y tener muchos como él, porque es alguien que confía, delega, se involucra justo lo necesario, tiene sensibilidad y es muy claro con lo que quiere, con los tiempos y las finanzas. Cuando tienes un buen líder (que es el cliente), todo fluye de forma increíble. Esa es la suerte que nos tocó con él.
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El hotel es muy especial para mí, fue nuestro primer proyecto de este tipo. Antes hicimos una casa club en Atlixco, Puebla, de siete cuartos que es muy bonita y funcional, pero no es un hotel per se. Entonces este fue un hotel boutique en el que nunca habíamos estado.
Hicimos Magdala también, un centro de peregrinaje en Israel con 169 cuartos perteneciente a los Legionarios de Cristo. Fue un proyecto increíble al que me invitaron ellos junto con el Padre Juan Solana, L.C., y se volvió muy especial el trabajar en Israel, donde nunca estuvimos antes. Aprendimos de importaciones porque llevamos muchas cosas mexicanas para allá, ya que él quería toques mexicanos.
El primero hotel de lujo que hicimos es The Alest y, como saben, es un tema ecléctico donde tratamos de que el huésped se sienta en su casa. Al final queríamos justo esa sensación de estar sentado en una sala, tomar un trago en la barra, desayunar como si estuvieras en el comedor de tu casa; un ambiente mucho más hogareño con muchos elementos mexicanos pese a que la base, la arquitectura, es muy europea.
Todo está lleno de toques mexicanos con diseño que era lo que yo le quería enseñar a esos huéspedes extranjeros que llegan a México, para que vean la grandeza de la artesanía, del arte y de la mano de obra que tiene este país.
En esta profesión la mejor publicidad son tus clientes. No importa si es pequeño o pertenece a un proyecto grande, en esta profesión la gran mayoría es de voz a voz. A nosotros nos han llegado clientes muy rara vez porque vieron mi libro, alguna publicación en revista o por Instagram.
¿Cómo lograste definir tu estilo?
Es algo que ya traía muy marcado, por ejemplo, el tema del eclecticismo, el amor por ciertas artesanías, combinado con alguna antigüedad y elementos vintage, con cosas contemporáneas, (que cada vez he entrado un poco más a ello), el amor por el arte, en especial el moderno y contemporáneo.
También tengo la suerte de haber crecido en familias donde se aprecia el gusto por las cosas, por vivir bonito, por recibir e invitar. Mis dos abuelas, una fue pintora y la otra es historiadora de arte, ambas mujeres súper creativas, muy sensibles y grandes anfitrionas al recibir amigos y familia, y saber vivir, que no necesariamente tiene que ver con dinero; a veces es un mantel planchado, unas flores frescas, un arreglo de fruta, eso.
En el tema del gusto, mi abuelo Pedro era un abogado amante de la historia de México y coleccionaba muebles antiguos de marquetería mexicana. Mi abuelo Ignacio Bernal fue un gran arqueólogo y estudioso de la cultura prehispánica de nuestro país. Entonces tenga la suerte de venir de dos familias donde el gusto por las cosas y los objetos es importante. Desde chica vas creciendo, educando tu ojo y aprendiendo, que eso es parte de lo fascinante de esta profesión: que nunca dejas de aprender. Es interminable.
La pandemia fue un parteaguas también para que mucha gente revalorizara los espacios y el prestarle atención a dónde vive, dónde está, dónde pasa el mayor tiempo. ¿Cómo viste tú ese cambio?
La gente al estar encerradas en sus casas principales o de fines de semana o de vacación, de pronto valoraron no sólo el privilegio de tener un lugar bonito donde pasar meses enteros, sino también el tema de remodelar.
Las personas que postergaban el tapete, que no había cambiado la sala, de pronto ya lo quería hacer, porque ya lo veía todos los días. El arte que no había comprado para la pieza de la entrada ya la quería tener, entonces tuvimos muchísimo trabajo, gracias a Dios.
A mí me preocupaban en especial mis proveedores, que de pronto todos los proyectos grandes, por ejemplo, en cuestión de edificios, de departamentos, todo eso, se paró en seco. Mi equipo de carpinteros, de marmoleros, latoneros, herreros, canceleros, todos eran trabajos nulos; aunque tuvimos la suerte de que nos encargaron bastantes remodelaciones y hubo mucha venta de arte. Yo creo que la gente también apreció este tema sensorial y creativo, de lo que te genera el arte dentro de una casa, que a veces podría parecer menor o banal y en realidad no lo es.
Gracias a Dios fue un privilegio el tener mucho trabajo, porque no fue así para tanta gente”
Y hablando un poco del empoderamiento de la mujer hoy en día, del tema de la independencia, es importante transmitirlo a las nuevas generaciones, ¿no? Que todas las niñas se vean desempeñando una profesión y generando esa independencia que al final también suma mucho en el tema emocional.
No hay nada más importante que el empoderamiento y la independencia, y cada una lo hará a su nivel. A lo mejor con tu hija, con tu sobrina o tal vez eres maestra en una escuela, en una universidad.
En el empoderamiento de la mujer hoy lo primero es entender que no puedes tener autonomía si no tienes independencia financiera. Punto, no hay”
No importa si dependes de tu papá, de tu marido, de quien va a ser tu hermano el día de mañana, de tu hijo; esa independencia es falsa si tú no te le estás generando, porque entonces estás con una pareja no por las razones adecuadas, y pasa como con millones de mujeres en este país que no se pueden ir de parejas abusivas o de violencia doméstica, porque ¿a dónde se van?, ¿con qué dinero?, ¿cómo se llevan a sus hijos? No existe la posibilidad.
El tema de aprender a generar tu ingreso (no importa si tienes la suerte de haber nacido en una familia privilegiada o no) es primordial, sobre todo si es por necesidad; pero hay otra cuestión aún más importante que sobrevivir y es la necesidad mental de sentirte ocupada, de sentirte útil, de generar empleos, de creerte valiosa y que tu opinión cuenta y no te tienes que guardar cosas ni tener cierta formalidad en lo que tienes que expresar o decir, o que tienes que reservarte cosas, porque alguien te está manteniendo.
Sin duda, creo que todas las mujeres, y obviamente los hombres (pero hablando sólo de las mujeres), tenemos que trabajar, encontrar esa independencia que de ahí nos va a dar otras.
La independencia financiera es básica para poder arrancar hacia otro camino de autonomía personal, que además te va a hacer profundamente feliz y te da otros atributos”
Hoy en día estamos en un planeta que, gracias a Dios, está evolucionando en algunas cosas para bien, sobre todo en este tema. En México, donde seguimos con mucho rezago laboral, salarial y de inequidad, siempre he contratado mujeres; luego hay hombres que me escriben un poco para reclamarme y les digo oye, estamos en una industria, pegadas al sector de la construcción, que es cien por ciento masculina.
En el equipo de mi tapicero no hay una sola mujer, tenemos una sola barnizadora entre 50 carpinteros, ninguna latonera, ni marmolera, ni pintora… las mujeres en la obra suelen ser las de intendencia.
Sin duda estamos viendo mejoras en el nivel más alto de la pirámide; es decir, tenemos grandes arquitectas e interioristas mujeres mexicanas trabajando en el mundo entero. Pero cuando bajas la pirámide en el sector de la construcción, este sigue siendo inherentemente masculino.
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Entiendo que hay ciertas cuestiones, como, por ejemplo, ser marmolero, que dependes de una fuerza física con la que tal vez no cuentan las mujeres; pero todo lo que tiene que ver con la intelectualidad no tendría porque no haber la mitad mujeres tapiceras o textileras, o diseñando tapetes o haciendo mesas y mil cosas más.
Nos falta mucho por lograr. A mí nunca me ha pesado el ser mujer en esta industria. Nunca me sentí incómoda (tal vez por mi manera de ser) en un mundo de albañiles porque, al final, creo que tú pones tus reglas de respeto, ya sea con mujeres o con hombres; y claro, alguien que se excede con cualquiera de mis niñas o conmigo va para afuera, pero no ha sido el caso.
Las mujeres hoy más que nunca deben comenzar a pensar en el matrimonio para cuando se te cruce alguien en el camino con quien quieras compartir tu vida, y no buscarlo como una meta”
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A veces me pasa que niñas chicas con las que convivo me dicen: “es que el día que me case yo voy a querer un closet como tú, lleno de zapatos” y pienso: pero no te tienes que casar para eso, ponte a trabajar desde ahorita, no importa si estás en secundaria. Empieza a pensar qué puedes vender, qué puedes hacer, y cómo conseguir tu dinero, tu carrera, tu maestría; luego vendrán tus años de trabajar y tal vez en el camino se te atraviesa alguien increíble, un hombre o una mujer de la que te enamores y digas con esta persona quiero compartir mi vida.
Pero antes tienes que forjar tu historia, porque ya son clichés que hoy en día no vienen al caso y heredamos de nuestras mamás, de nuestras abuelas, sobre el deber ser o edades en las que te tenías que casar.
Tristemente existe el tema del reloj biológico para la mujer, que es algo duro para nosotras, darse cuenta de que al final si te rige una temporalidad; pero por fortuna, también hay muchas opciones para postergarlo lo más posible hasta que decidas tener hijos o no, ya que la maternidad, al igual que el matrimonio, tampoco nos define como mujeres.
Créditos:
Dirección y realización: Paola Letayf.
Fotografía: Kevin Corona Díaz.
Creación de contenido: Paulina Díaz y Miranda Ramírez.
Creación audiovisual: Diana Navarrete.
Estilismos y coordinación: Arantxa Ricardez.
Prendas: Louis Vuitton (vestidos).