Por Francisco González Quijano

Contexto: la primera película que vi en una sala de cine fue una versión cinematográfica de la serie de Batman y Robin que salía en los setenta. Mi hermana me llevó a una matiné por ahí de 1982, cuando yo tenía 5 o 6 años. Desde entonces, mi superhéroe favorito siempre fue Batman; pero nunca me engancharon estos personajes fantásticos, ni mucho menos sus películas, con las excepciones del Batman de Tim Burton y El Caballero de la Noche, nada más.

Para mí todo es igual en estos universos ficcionalizados de héroes y villanos. Buenos muy buenos, malos muy malos, efectos, balazos, golpes, fuego y un final tremendo, donde siempre gana el bienhechor. Tampoco leo comics, así que es difícil que me anime a meterme al cine para algo que tenga que ver con Marvel o DC, o la marca de superhéroe que venga al caso.

No recuerdo hace cuántos meses leí que se estrenaría la nueva gran película de DC, ahora apelando ese malo de Batman al que conocíamos como “El Guasón”, y que se presenta ahora como Joker para el mercado mundo.

No me entusiasmó en absoluto, sino hasta que leí algunas críticas, muchas de las cuales se quejaban del dilema moral que suponía situarnos “a favor” de un villano, que entonces corrí a verla. Joker es una maravilla por muchas razones. La principal es que declara la guerra a los maniqueísmos de cualquier película de superhéroes. Intensa, perturbadora, incómoda, muy violenta psicológicamente, un “por esto soy el villano de Batman” tan íntimo que desgarra y que causa desolación. Joaquin Phoenix, sublime, encarna a un personaje trastornado que se contrae y se ríe a su pesar.

Un hombre que ha vivido sin un atisbo de amor; aunque no “sea malo”, aunque vaya a “ser malo”. En la película, un presentador de TV le dice al aire “somos más los buenos que los malos”.

¿Cuántas veces hemos escuchado esto?

La reflexión es apabullante: ¿somos más los buenos?, ¿en realidad hay malos? Precisamente estas preguntas sitúan a Joker dentro de un filme estrictamente para adultos, muchos de los cuales difícilmente entenderán el dilema y terminarán por fijarse si “el final fue por esto” o “por lo otro”.

Los comentarios que más he escuchado refieren a que el actor supera la película; yo no lo creo, pero lo dejo a tu criterio. Ya hace varias semanas que la vi y aún me perturba. Yo, hoy, le daría el Oscar y el premio que le pongan enfrente; aunque se trate (en el fondo) de una película de héroes y villanos.