Más allá de los reflectores, Vanesa Restrepo está comprometida con una causa urgente: visibilizar la violencia emocional que tantas veces se esconde tras relaciones de confianza. A través de su participación en la campaña Story Time: De cómo acepto mi cuerpo, busca sensibilizar sobre los trastornos alimenticios desde una mirada con perspectiva de género. En esta entrevista, habla desde la honestidad, la experiencia y la esperanza.

¿Cómo nació tu vínculo con la campaña “Story Time: De cómo acepto mi cuerpo”?

Story Time: De cómo acepto mi cuerpo” nació por una necesidad personal y colectiva. El 2 de junio se conmemora el Día Mundial de Acción por los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), como anorexia, bulimia o trastorno por atracón. Pero estos trastornos no aparecen de la nada. Muchas veces nacen del silencio frente a violencias emocionales normalizadas.

Australia fue el primer país en tipificar la violencia emocional como delito, y creemos que América Latina necesita avanzar en ese camino. La doctora Araceli Aizpuro, presidenta de la Fundación Ellen West, y yo, decidimos alzar la voz juntas para visibilizar el vínculo entre violencia emocional y salud mental.

Ahora estamos uniendo esta campaña con la nueva, “El amor no duele”, que se lanza el 30 de julio. Ambas buscan romper el ciclo del silencio.

Hace tiempo contaste algo muy personal sobre la violencia emocional dentro del mundo de la actuación. ¿Cómo transformaste esa experiencia en una oportunidad para sensibilizar sobre los TCA?

Porque lo viví. En industrias patriarcales como la nuestra, las mujeres somos blanco constante de humillaciones, chantajes, celos disfrazados de cuidado, control, gaslighting. Todo eso erosiona la autoestima hasta que empezamos a creer que las exageradas somos nosotras.

Vanesa Restrepo

Está comprobado que los hombres suelen exteriorizar su dolor en forma de violencia hacia los demás, mientras que muchas mujeres lo interiorizamos: hacia nuestro cuerpo, nuestra mente. Ahí comienzan los TCA, la ansiedad, la depresión.

Yo comencé mi proceso terapéutico hace 18 años, apenas llegué a México. Quería vivir en paz. Y después de mucho trabajo personal, entendí que contar mi historia puede servir como espejo para otras mujeres. Porque lo más difícil es reconocerlo y atreverse a comenzar.

Son temas muy fuertes, que van más allá de lo individual y que, hasta cierto punto, se perciben como “normales”. ¿En este sentido, cómo se diseñó el enfoque con perspectiva de género para identificar la violencia emocional desde edades tempranas?

Desde la Fundación Ellen West, con la doctora Aizpuro a la cabeza, trabajamos en desmontar estereotipos que perpetúan roles dañinos. Usamos herramientas narrativas, guías para reconocer microviolencias y talleres donde adolescentes aprenden a poner límites, incluso dentro de su familia.

Porque sí: la mayoría de estas violencias ocurren en relaciones de confianza, como pareja o familia. Lo mismo pasa con la violencia sexual. Es fundamental enseñar que “lo normal” también puede ser violento.

¿Cómo ha sido trabajar con la Fundación Ellen West?

Increíble. Conocí a la doctora Aizpuro hace años por recomendación de mi terapeuta. Empezamos con terapia de pareja y luego se convirtió en mi terapeuta de cabecera. Con el tiempo, construimos una relación muy cercana.

Cuando surgió la oportunidad de esta campaña, coincidió con mi trabajo en Amanecer, una telenovela donde interpreto a una mujer abusada. Sentí la necesidad profunda de hablar de este tema más allá de la pantalla. Ahí nació esta colaboración tan significativa con la fundación.

 

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¿Cuál es tu lema favorito de la campaña y por qué?

El amor no duele”. Nos enseñaron que el amor viene con sufrimiento. Pero hoy sé que un amor sano no hiere, no controla, no humilla. Yo no conocía el amor en paz, el amor con libertad y confianza, hasta que lo viví. Y sí, existe. Repetir “el amor no duele” es un acto de rebeldía que muchas necesitamos oír.

¿Qué herramientas ofrecerán los talleres y charlas para padres y docentes?

Vamos a entregar manuales para detectar señales tempranas de TCA y violencia emocional, además de ejercicios de comunicación no violenta, escucha activa, y espacios de acompañamiento. Queremos crear conciencia y, sobre todo, brindar herramientas para actuar con empatía, sin minimizar lo que viven niñas y adolescentes.

 

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¿Qué le dirías a una adolescente que se compara con modelos de belleza en redes?

Que las redes no son un espejo, son un escaparate –y muchas veces, una mentira. Que su cuerpo no es un proyecto, es su casa. Que nadie tiene derecho a definir su valor.

Y que, si se sienten perdidas, no están solas: pueden escribirnos a la Fundación, a la doctora Aizpuro o a mí. Siempre habrá alguien dispuesto a acompañarla con respeto y amor.

¿Cómo puede una mujer adulta acompañar el proceso de autoaceptación de una niña o adolescente sin reforzar patrones de control corporal?

Primero, sanando su propia relación con su cuerpo. Luego, evitando cualquier comentario sobre el cuerpo de otras, incluso si es “positivo”.

Un cuerpo delgado no siempre es un cuerpo sano.

Debemos enseñar a comer por salud, no por estética, y dejar de elogiar o criticar los cambios físicos. El amor propio no es destino, es camino, y nunca termina.

La terapia es para siempre, y el acompañamiento también.

 

Créditos

David Patiño Torres @bavidbavid

PR: @jandf_pr y @_gabrielamarinm