Todas las personas tenemos un niño o niña dentro, esa parte de nosotros que representa alegría, creatividad e imaginación, pero también de miedos, angustias y desconcierto, al que en psicología llaman “el niño o niña interior”. Este niñ@, con sus luces y sombras, se refleja en muchos de nuestros actos cotidianos y en las decisiones que tomamos.
Evidentemente, no se trata de un niño de carne y hueso, sino de esa parte de nuestro “yo” que no ha crecido del todo
¿Quién es el niño interior?
El niño interior es un concepto que nació de la terapia Gestalt. Para la Gestalt, el niño interior es la estructura psicológica más vulnerable y sensible de nuestro “yo”. Se forma fundamentalmente a partir de las experiencias, tanto positivas como negativas, que tenemos durante los primeros años de la infancia.
Dependiendo del tipo de experiencias y de cómo las interiorizamos, el niño interior puede ser una “personita” alegre, optimista y sensible o, por el contrario, alguien temeroso de la vida, enfurruñado e irascible.
Con el paso del tiempo, este niño se va escondiendo en lo más profundo de nuestro ser, pero sale a la luz en determinadas circunstancias como, por ejemplo, cuando necesitamos enfrentar un proyecto que demanda mucha imaginación o cuando revivimos un miedo que, como adultos, no debería atemorizarnos.
¿Cómo saber si nuestro niño interior está herido?
Cuando somos pequeños todos pasamos por experiencias positivas y negativas. Si vivimos una situación negativa y somos capaces de solucionarla de manera adecuada (viviendo el dolor correspondiente, dándonos tiempo para sanar y cerrando las heridas), entonces esta experiencia se incorporará en nuestro “yo” sin causar daños y pasaremos a la fase sucesiva del desarrollo.
No obstante, si no somos capaces de superar el impacto emocional de estas experiencias, es probable que se generen sentimientos de ira, frustración y tristeza que terminarán afectando a nuestro niño interior, quien deberá cargar con el peso de estos problemas irresueltos. Como podrás suponer, estos sentimientos negativos afloran una y otra vez determinando cómo reaccionamos ante la realidad.
Si tienes miedos irracionales, sientes rencor, odio o tristeza a menudo, respondes de manera desproporcionada ante situaciones que no son realmente tan importantes o saboteas tus metas constantemente, es probable que tu niño interior esté dañado. Lo cual es perfectamente comprensible, ya que le estás obligando a llevar el peso de heridas profundas que no acaban de sanar.
¿Cómo sanar a tu niño interior?
El niño interior debería servirnos para despertar la ilusión, la creatividad, la espontaneidad y la alegría. Cuando nos hace revivir antiguos miedos y nos incita a comportarnos de manera irascible, se convierte en un problema que debemos solucionar.
Sanar al niño interior es un camino de autodescubrimiento, porque deberás regresar en el tiempo para descubrir cuáles han sido esos eventos negativos que aún no has podido superar desde el punto de vista emocional, y que te mantienen atada al pasado. Cuando liberamos el dolor le ayudamos a nuestro niño interior a sanar y podemos mirar al futuro.
Este viaje al pasado puede ser doloroso, puesto que profundiza en heridas que no sanaron del todo. Por eso, para emprender el viaje de forma segura lo mejor es hacerlo de la mano de un psicólogo que sea capaz de guiarte por los recovecos de tu mente y guiarte en el proceso.
Con información de El Prado Psicólogos