Por Paola Villa

@the_wholemom

 

La maternidad es la habilidad de adaptarse y fluir. Y esto lo pienso de madrugada, mientras intento volver a dormir con dos personitas encima de mí.

Te adaptas a que todos, sabiéndonos acomodar, cabemos en una cama king size. Te adaptas a dormir menos horas, a comer frío y a estar siempre en alerta. Te adaptas a comer lo que alguien dejó, porque se le antojó más lo que tú pediste. Te adaptas a despertarte temprano, y a no ver siempre en la tele la serie que te gusta. Te adaptas a compartir no sólo sus logros y alegrías, sino sobre todo sus tristezas, frustraciones, enojos y berrinches.

Te adaptas a no tener ningún control sobre ellos, y mucho sobre ti, tus emociones y reacciones. Te adaptas a leer más libros sobre niños, y menos novelas de las que te gustan. Te adaptas a los domingos pedir pizza en lugar de sushi. Te adaptas a cambiarle a Mijares para oír Baby Shark por enésima vez. Te adaptas a ir a la playa y hacer castillos de arena en lugar de asolearte en un camastro. Te adaptas a que un jardín y una manguera con agua sean el mejor plan para de sábado.

Pero te adaptas también a pedir ayuda, a no poder más y llevar a tus hijos con los abuelos para poder descansar. Te adaptas a reconocer que no eres esa mamá perfecta y todo poderosa, a que te cansas, gritas, explotas y necesitas tiempo para ti. Te adaptas y fluyes para que todo solito se vaya acomodando.

Fluyes cuando no quieren ir a la fiesta del hijo de tu amiga. Fluyes cuando te toca sólo un trago de tu frappé, y a veces te escondes para tomártelo a solas. Fluyes cuando ya no quieren que tú los peines ni ponerse la ropa combinada que les compraste.

Fluyes cuando hacen un berrinche a mitad el pasillo del súper. Fluyes cuando piden que tu cumpleaños sea temático, y terminas con una fiesta de selva en tu jardín para tus 36. Fluyes y aprendes a regañar sin alzar la voz.

Fluyes y los abrazas lo más que puedes porque cada día se dejan menos. Fluyes y disfrutas con ellos salir a mojarse un día de lluvia. Fluyes porque te das cuenta que, cuando quieres controlarlos, sólo estás reflejando lo que tú no has trabajado.

Te das cuenta que si tú cambias todo cambia; aunque en realidad no cambie. Te adaptas a mostrarte vulnerable y no sentirte mal, sino valiente por eso.