Tener en cuenta cómo nuestros actos afectan a los demás, y expresar siempre cómo nos sentimos, es esencial para relaciones afectivas sanas
El equilibro entre tener en cuenta lo que piensan y sienten los demás y lo que pensamos y sentimos nosotros, especialmente si hablamos de las relaciones románticas, es complicado.
La clave para alcanzar ese punto medio es la responsabilidad afectiva, que podríamos definir como la consciencia de que lo que decimos y hacemos tiene un impacto en los demás.
La responsabilidad afectiva se basa, según explica la psicóloga Pilar García Flórez, en ser capaz de expresar nuestras necesidades y emociones siendo respetuosos con las emociones del otro.
“Eso implica hacerse cargo de los propios sentimientos, de la manera de expresarlos y tener presente que los vínculos que establecemos con otras personas implican un cuidado mutuo”, agregó Pilar García Flórez
Es muy importante entender que responsabilidad afectiva no es sinónimo de hacernos cargo de las emociones de los demás. También, esta responsabilidad se basa en cómo reaccionamos ante las emociones ajenas.
Sinceridad, aunque duela
La idea de la responsabilidad afectiva, entonces, es poder cuidar al otro, todo lo que sea posible, no con el objetivo de evitar siempre el sufrimiento, sino de evitar un sufrimiento innecesario. Y, claro, no olvidarnos de cómo nos sentimos nosotros.
“Como indica el término, se trata de ser responsable con las relaciones que establecemos, pero eso no significa sobreproteger”, subraya García Flórez
Qué es responsabilidad afectiva
- Hablar sobre nuestros sentimientos y expectativas sobre la relación.
- Tener una buena comunicación. También (especialmente) cuando vamos a hablar de lo que nos molesta.
- Poner límites de mutuo acuerdo con la intención de respetarse.
- Cuidarse mutuamente.
- Entender que nuestras acciones tienen consecuencias en el otro.
Qué no es responsabilidad afectiva
- Ocultar información importante sobre nuestros sentimientos a la otra persona.
- No validar sus emociones o no permitir que las exprese.
- No ser claro o incumplir los acuerdos previamente establecidos.
- Llevar a cabo comportamientos que puedan llevar a ilusionarse a la otra persona cuando nosotros no queremos implicarnos.
- Pretender que el otro adivine lo que siento y/o necesito.
Aunque es más fácil aplicar este término en el contexto de una relación de pareja, debemos entender que la responsabilidad afectiva ‘está vigente’ en las dinámicas familiares, en las de las amistades e incluso en las laborales.
De manera ‘teórica’, ser responsable afectivamente no parece complejo, pero muchas veces es difícil, pues sabemos que, en ocasiones, hacer lo correcto duele más de primeras que no hacerlo. Aun así, hay pautas que pueden ayudarnos a mejorar este aspecto de la manera en la que las relacionamos con los demás.
Hacerse cargo de las emociones propias
Por un lado, nos toca entender que una relación va más allá de uno mismo («Tenemos que dejar a un lado el egoísmo y cultivar la empatía»); y por otro, tener claro que cualquier relación tendrá conflictos.
Recuerda que todos tenemos derecho a equivocarnos, pero que si somos responsables afectivamente tendremos que asumir la responsabilidad de nuestros actos y ser capaces de pedir perdón, al igual que ser capaces de perdonar al otro.
Es esencial hacerse cargo de las propias emociones. Es decir, no podemos no culpar al otro de lo que sentimos.
Practicar la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace es igualmente ineludible: lo peor que podemos hacer es terminar confundiendo y llenar de dudas a la otra persona.
Con información de María Alcaraz/ABC
Fotografía de portada: Kelly Sikkema en Unsplash